23 octubre, 2008

Beat


¿Lo volvieron a escuchar? Bonito, ¿no? Me gustaría ahora dirigir parte de su atención hacia el final de la pieza. Espero que hayan reparado en el largo espacio de silencio que transcurre entre los tres acordes que la culminan.

Me gustaría hacerles notar una cosa, si están dispuestos a creerme: esos acordes se forman mediante las varias notas individuales que tocan los muchos guitarristas que mencioné en el post anterior. ¿Qué cómo lo sé? Bueno, digamos que lo escuché por ahí.

No sé si será evidente para ustedes una cosa: para que esos acordes suenen como tales, debe haber algo que les permita a los músicos actuar de consuno. No se trata de una espera caprichosa que cada instrumentista quiebra según su antojo. Si así fuera, escucharíamos un desordenado arpegio, algo como la caída del estante con las copas, una cascada de bochinche.

En cambio, como una resbalosa referencia, estos guitarristas guardan, en el estricto silencio, el tiempo.

16 octubre, 2008

Valor cultual, valor exhibitivo



¿Lo escuchan? Bonito, ¿no? Una música amable, diríamos que relajante. Desde el punto de vista musical, sin embargo, no deslumbra a simple vista (simple oída) con ninguna pirotecnia notoria: no hay audaces solos, infecciosos riffs, acrobacias rítmicas.

Ahora bien, ¿qué pasa si les digo que eso lo tocan unos 20 guitarristas? Imagínense: 20 guitarristas formados en un círculo, y ustedes sentados en el centro del círculo, en el suelo preferentemente, así los oídos les quedan a la altura de las bocas de las guitarras. 20 guitarras.

Si tienen la suerte de estar escuchando esto en estéreo (y sería mejor aún si usaran auriculares), quizás aprecien que las notas se mueven de un lado al otro. El estéreo es una triquiñuela para sugerir, recurriendo sólo a dos fuentes de sonido, la ubicación en el espacio de varias. Les pido que intenten imaginar que lo que escuchan es una multitud de notas aisladas, tocadas cada una por una de las guitarras, por turnos, una nota cada una, a veces varias guitarras juntas, pero siempre una única nota, dando la vuelta al círculo. Quizás lo que imaginen les muestre que la triquiñuela del estéreo es insuficiente para representar eso.

Hay algo que no está, ni puede estar, en la grabación.

La experiencia de estar en el centro de un círculo de guitarras adquiere su justa dimensión en el acto mismo, en presencia. Lo que es único e irrepetible en la performance, y que evade su reproducción técnica, me hace pensar en aquello que Benjamin llamó "el valor cultual de la obra de arte", allá lejos (ni tanto) y hace tiempo (ni tan poco).

(Si quieren aproximarse a la experiencia, vean cuándo toca cualquiera de las agrupaciones de lo que gusta llamarse "Guitar Craft" .)

09 octubre, 2008

El entusiasmo

A raíz de los comentarios sobre King Crimson, allá lejos (ni tanto) y hace tiempo (ni tan poco).

"King Crimson is, as always, more a way of doing things. When there is nothing to be done, nothing is done: Crimson disappears. When there is music to be played, Crimson reappears. If all of life were this simple".

Sapiencia que se le atribuye, desde que me acuerdo, a Robert Fripp y que ahora reencuentro como cita textual en el sitio de DGM.

El gusto es intransferible. Uno, a veces, anda, mas bien, tras el entusiasmo, en todo caso, como una especie de sabueso. Cuando uno detecta gente cuyo entusiasmo lo ha guiado alguna vez hacia algún objeto adecuado al propio gusto, tiende a suponer que ese entusiasmo es la señal que apunta hacia nuevos hallazgos.

Así, uno lee los escritores que les gustan a sus amigos, escucha la música que les gusta a sus maestros, vé las películas que recomiendan los compañeros de ruta, prueba las comidas que le ofrece un amable anfitrión; digamos que uno recorre senderos de ese tipo (y todos sabemos cuál es el principal atributo de los senderos).

Pero la verdad es que muchas veces el entusiasmo resulta, según el gusto de uno, desmesurado en relación a la causa, o, mejor es decir, la causa no despierta en uno un entusiasmo similar.
Entonces, uno (que busca lleno de esperanzas) se queda como diciendo "¿y?" y se pone a escudriñar qué había ahí, qué escuchaba el maestro, qué veían el amigo o los compañeros de ruta. Busca El Sabor.

[ Y, a estas alturas ya lo sabemos, El Sabor (un pueblo mexicano, en el desierto
de Sonora) no existe. ]
Temo recomendar cualquier cosa de King Crimson a causa de este principio: el entusiasmo puede que sea contagioso, pero seguro que es tan intransferible como el gusto. Sin embargo, hay juegos que se juegan a causa, justamente, de su imposibilidad.

Postulo entonces, en flagrante contradicción, a Discipline como un disco que bien exhibe el "específico crimsoniano". Además, arriesgo a decir algo, o mas bien a repetirlo: un texto cualquiera vale más por lo que permite decir que por lo que se suponga que dice.

Por eso King Crimson me gusta, porque es, como afirma Fripp, un modo de hacer cosas. Por canciones como Thela Hun Ginjeet, pero también porque permite este Thela Hun Ginjeet anabólico.

King Crimson adquiere entonces la dimensión de gramática, de condición de posibilidad de un intercambio, de ocasión para construir texto (texto musical, por lo menos), característica que no le es exclusiva ni mucho menos, pero de King Crimson hablamos.

[No habré de decir que se trata de algo que inventó King Crimson, ni que se trata de algo de lo cual me enteré al escucharlos, pero sí diré que fue con King Crimson que entendí que la complejidad es básicamente la yuxtaposición de elementos más o menos simples.]

En materia de música, en King Crimson se desencadenan potencias que dan lugar a tules como Matte Kudasai o One Time, cargas de profundidad como 21st Century Schizoid Man o Thrack, anomalías como Larks Tongue in Aspic o When I Say Stop Continue, senderos de hormigas que se bifurcan como Frame by Frame o Neal and Jack and Me.

Después de mencionar todas estas canciones, y si alguien que no las conoce las escucha, quién dice, quizás gusten, o quizás provoquen un arqueo de cejas, algo así como esa forma sofisticada de la indiferencia que da lugar a un "si, es verdad, tienen una técnica impecable", o, muy probablemente, nada de eso.

Y nada de eso es algo de lo que haya que lamentarse: no hay defecto.


(UPDATE: ahí arriba enlacé con otra versión de Thela Hun Ginjeet que mejor se relaciona con este post.

Este post linkea a versiones en baja calidad de todas las canciones mencionadas, provistas a usted sólo con fines ilustrativos -el contenido puede variar sin previo aviso. Llegado el caso, el sitio de Discipline Global Mobile, la productora de King Crimson y emprendimiento de Mr Fripp, le permitirá obtener copias bien debute haciendo honor al esfuerzo de los músicos sin regalarle nada a ningún intermediario antipático.)

25 septiembre, 2008

Las fuerzas sutiles

"...el silencio llega hasta
nosotros como una voz..."

Juan José Saer, desde
una anotación de Vero


A ver, sigamos. Detengámonos en el diapasón. Quizás hayamos notado que es un artefacto que produce una vibración de tan baja intensidad que resulta prácticamente inaudible.

Repasemos. Para ponerlo a vibrar, es costumbre entre los músicos golpear el diapasón contra una rodilla. Escuchemos. Para que esto sea posible, es necesario apoyar el artefacto contra alguna caja de resonancia, como por ejemplo el cuerpo de una guitarra, la tapa de un piano.

Observemos. La escena más conmovedora la ofrecen los cantantes: carentes de otra caja de resonancia, se apoyan el diapasón contra el hueso de la mandíbula, ahí donde se articula con el cráneo, muy cerca del orificio del oído. ¿Lo notamos? El tímido diapasón resuena en toda su cabeza, permitiéndoles oir, desde adentro, un sonido delicado e improbable...

17 septiembre, 2008

Atenuación y énfasis

Imagine un zumbido más o menos indefinido (y disculpe usted este comienzo tan inexacto: "imagine un zumbido"; pero aproveche para notar que, si bien nuestro idioma tiene un verbo para la acción de representarse una imagen en la mente, carece de uno para la de representarse así un sonido). Repito: imagine un zumbido más o menos indefinido. Puede ser eso que se llama "el rumor del viento" o "el ruido del mar". Son los sonidos que se me ocurren ahora más próximos a algo que técnicamente se llama "ruido blanco". Es curioso: recibe ese nombre por analogía con la luz blanca, y fíjese que tenemos aquí, otra vez, una sinestesia. Como la luz blanca es el resultado de la combinación de todas las frecuencias en que ondula la luz, se le da el nombre de "blanco" a aquel ruido en el que se presentan indiferenciadas todas las frecuencias en que ondula el sonido. Y ahí está la naturaleza del rumor del viento, del ruido del mar: todos los sonidos que los componen tienen más o menos la misma intensidad y son, en consecuencia, indiferenciables. Imagine ahora que mediante algún artificio cuya mecánica no nos interesa (y no estaría mal suponer un arte de magia), usted pudiera enfatizar algunas frecuencias y atenuar otras, haciendo que sea posible diferenciarlas. Ninguna de ellas habría desaparecido, pero se habrían colocado en alguna relación peculiar y se habrían combinado para hacer audible un fenómeno que merece por fin un nombre netamente acústico: el timbre. Timbre es el nombre que recibe la peculiar forma en que se organizan un conjunto dado de sonidos de diferentes frecuencias, que en ese caso reciben el nombre de "armónicos" (y note que es recién al hablar de timbres que nuestro idioma empieza a tener, para las cosas que se perciben con los oídos, nombres de los que hemos logrado olvidar su naturaleza de metáforas). Se trata en suma de lo que le permite a usted decir "es el viento que trae la voz de mi padre", "esto es el sonido de mis pasos sobre el asfalto", "esto es el tamborileo de mis dedos sobre el plástico negro del teclado", "ese es el ruido de unos cristales que se rompen", "aquél es el llanto de mi hija", "eso que surge del mar es el canto de las ballenas". Inspirada por el canto de las ballenas, su magia puede devenir selectiva y lograr que se destaquen ciertos armónicos que guardan entre sí relaciones curiosas que la matemática ha sabido describir. A partir de ese momento, le será posible apreciar una propiedad del sonido que se llama "altura" (y hago otro inciso para anotar la esquiva naturaleza del sonido, que a la primera de cambios vuelve a resistirse a ser nombrado sino a través de notorias metáforas). Estas alturas corresponden a eso que, si le tocó sufrir una clase de solfeo en la escuela, quizás recuerde que recibe nombres como "do", "fa" o "si bemol". Como vé, lo que está usted haciendo mediante arte de magia es hacer surgir el orden a partir del caos. Si usted lograra atenuar al máximo todos los armónicos menos uno, habría logrado una nota pura: el sonido más parecido a eso lo produce el artefacto llamado diapasón. Si sigue ese camino, logrará atenuar todas las frecuencias hasta colocarlas por debajo de su capacidad de percibirlas.

Habría creado usted el silencio.

Lo interesante es que tanto la nota pura, sin armónicos, como el silencio absoluto constituyen dos manifestaciones de una misma improbabilidad: el silencio es un fenómeno estadísticamente tan improbable como la nota pura. Para que hayan tanto notas puras como silencios es necesario un trabajo que contrarreste la tendencia hacia ese estado de máxima desorganización en el que todos los armónicos posibles suenan más o menos por igual, el ruido blanco.

El silencio, entonces, es una de las formas en que luchamos contra la entropía.

08 septiembre, 2008

Claro que esto no es una pipa...

...pero tampoco es el comentario de un recital (por lo demás, intenso y fabuloso). Es mas bien algo como un brindis para despedir a la parte de uno que estuvo allí, de tantas maneras. A la salud del nuevo cuerpo en que renacerán el fuego y la furia.

04 septiembre, 2008

La mejor banda tributo a Queen que hay llega a Buenos Aires

Por el Prof. Arturo Sandoval

De unos años a esta parte, Argentina ha visto multiplicarse como hongos lo que se ha dado en llamar "bandas tributo", agrupaciones musicales que aspiran a recrear con precisión neurótica hasta el más mínimo rasgo de la obra y presencia de un artista equis. Desde los tiempos en que la mítica Rael realizaba una muy lograda recreación de la obra de Genesis hasta el día de hoy, mucha agua ha corrido bajo el puente.

Un abordaje del fenómeno nos recomienda buscar la condición de posibilidad de estas bandas mediante la realización de una genealogía, buscando antecedentes en los sempiternos imitadores de Elvis y en las bandas beatle que abundan en todo el mundo.

Otro, propone buscar qué cambios en los hábitos del público habrán de haber favorecido esta evolución. Valga como hipótesis: el deseo de consumir algo tan cómodo y confortable como un DVD, pero un poco más intenso, podría haber facilitado la multiplicación de bandas capaces de explotar ese nicho de mercado poniendo en escena, algunas de forma muy acabada, a The Doors, Pink Floyd o Queen.

Como sea, la forma más sofisticada de esta tendencia es la que reúne a los miembros mismos de viejas bandas con el fin inconfeso, irreprochable pero no por ello inocultable de proveer a la reproducción de su propia existencia material.

En los últimos tiempos, hemos tenido la ocasión de ver así a la mejor banda tributo a Deep Purple del mundo, por ejemplo, o de emocionarnos con una de las dos mejores bandas tributo a Pink Floyd que hay, por no mencionar las varias veces que pudimos disfrutar del más soberbio tributo a los Rolling Stones que depara el rock business.

Incluso el rock vernáculo tiene lo que le toca: recientemente, se ha reunido la mejor banda tributo a Soda Stereo que sea dable desear.

¿Qué caracteriza a estas bandas tributo? El hecho de tomar un repertorio de textos conocidos, recrearlos en un nuevo contexto enunciativo y ponerlos a disposición de nuevas condiciones de recepción, convirtiéndolos en una suerte de objeto para el goce necrofílico, una lengua muerta, palmas de mallorca (¿se acuerdan?, no me digan que no, es un chiste de Les Luthiers: "lengua muerta, palmas de mallorca, lomo sapiens, boca corazón"...).

Nada grave, ni nada que, a decir verdad, merezca reprocharse, después de todo, en toda recreación siempre hay algo del atávico esfuerzo de interrogar a los muertos.

Pero que no me digan que lo que viene en noviembre es Queen.

28 agosto, 2008

Febril la mirada

Waldo colgó hace unas semanas los dos primeros demos de Míster América. Míster América es, a mi juicio y asigún mi paladar, una de las mejores, más interesantes y características bandas de La Plata.

En la década del '90, cuando yo llegaba a esta ciudad a hacer mi experiencia universitaria, ellos sonaban desde hacía ya unos años. Sus recitales devinieron uno de los ritos casi obligados para mí y la que era entonces mi barra de amigos.

No sé cuantas veces ví tocar a Míster América. He olvidado en qué lugares, no sé en qué estados. Míster América fue la banda de sonido de aquellos días.

Estos demos de que hablaba al principio yo los tenía (tengo, aún) en cinta y son una de las razones por las que me resisto a dar a las llamas una caja que guarda un centenar de cassettes enmudecidos por la obsolescencia de los pasacassettes.

Ahora los descargo en MP3, aprecio una calidad de sonido que mis cintas ya no tienen, y encuentro que recuerdo las canciones perfectamente, como si las hubiera tenido en mi reproductor hace un rato nomás.

Tan frescas me parecen, que me sorprendo cuando descubro, al comparar las listas, que apenas la mitad integró el primer CD de la banda (que también tengo y siempre ocupa un lugar en mi playlist).

Aunque hacía años que no las escuchaba, de alguna manera nunca habían dejado de sonar.

Extraordinaria capacidad de dejar huella.




Aquí, el botón.
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Allí, la muestra

24 julio, 2008

Pálida sombra

"I was the shadow of the waxwing slain
By the false azure in the windowpane..."

John Shade,
según afirma Vladimir Nabokov.


La luz del pasillo entra por la puerta abierta de mi cuarto a oscuras. Dibuja en la pared un rectángulo iluminado, junto a mi cama. Levanto una mano y la atravieso en el haz de luz. Me quedo mirando la sombra, nítida, negro sobre blanco. Creo que mi mano es cada vez más chica. Extiendo los dedos. En la sombra no están las manchas de mi piel, pero noto el temblor del pulso y veo el dedo al que le falta una falange que perdí por una infección. Por la ventana abierta miro las estrellas en la noche sin luna. Nítidas, blanco sobre negro. Con la otra mano, prendo el velador de mi mesa de noche. Una luz amarillenta tiñe la pared y la sombra de mi mano alzada se atenúa, pierde precisión, se convierte en una mancha apenas más oscura, una pálida sombra.

-Blanca, te traigo la cena-. Es Clarita, que prende la luz principal del cuarto (la sombra de mi mano se esfuma, conjurada por la luz que rebota en todas direcciones y rellena todos los ángulos).

-Primero quiero hacer pis, Clarita.

Clarita me destapa. Con pericia, me baja el calzón y me acomoda la chata. Meo. Una nunca se acostumbra a mear postrada. Todavía me parece humillante, pero qué voy a hacer, mis piernas son como la sombra de mi mano a la luz del velador: la pálida sombra de mis piernas.

-¿Cómo está Alba?

Clarita me ayuda a limpiarme y me vuelve a subir el calzón. Suspiro. Me acerca la mesita de cama y el caldo desabrido.

-Como siempre, Blanca, no sabe ni cómo se llama-. Clarita sale de la habitación para llevarle su cena a otra vieja.

Mientras tomo mi caldo, miro las paredes del cuarto. A la decidida y difusa luz de la lámpara del techo, ninguna sombra se dibuja. Al rato, Clarita vuelve a buscar los trastos.

-No terminaste la sopa, che.

-Ay, nena, no tengo apetito.

-Qué vieja mañera estás hecha, ¿eh, Blanca?

-No me retes, un poco tomé, pero no tengo más apetito.

-Qué cosas... ¿te apago la luz?

-Si, por favor, Clarita. Dejá la ventana abierta. Y cerrame la puerta. Sos tan buena conmigo.

Me quedo en la habitación a oscuras. La luz de las estrellas no alcanza para separar del fondo negro ni la más pálida sombra. Sé que no me voy a dormir.

Quiero ver cuando la luz del sol conjure las estrellas pero dibuje en la pared la sombra de mi mano.

21 julio, 2008

Languidece. Sí, languidece. ¿Y, qué pasa? ¿Cómo que qué pasa?: nada, no pasa nada; ¿debería pasar algo? No claro, qué tendría que pasar, pero es que languidice. Bueno, entonces pasa eso, que languidece. ¿Y? No sé; nada es para siempre. Dos citas de Mano Negra que nadie debe haber notado. Sep. ¿Entonces? ¿Entonces qué? ¿Qué vas a hacer? ¿Me preguntás si tomaré una decisión drástica o dramática, si le pegaré un tiro, le prenderé fuego, algo por el estilo? Algo por el estilo, sí. No creo, no participo de la fe en esas candilejas: languidece y eso es todo lo que pasa. Es una pena. Si, capaz que sí; es una pena, si. Pero así algunas cosas. Si, algunas cosas...

22 junio, 2008

Año nuevo, vida nueva

La noción de "año" sirve para designar a un período de tiempo que está marcado por el movimiento que nuestro planeta hace alrededor del sol. Es lo que los astrónomos llaman el "año solar". Su manifestación notoria es el ciclo de las estaciones. Ahora bien, en el continuo de la naturaleza, establecer un principio o un fin de ese ciclo es sólo un capricho humano. Si imaginamos a unos primitivos sujetos nómades, cazadores y recolectores, imaginaremos unos hombres para los cuales el ciclo de las estaciones provocaba la alternancia de períodos de escasez y de abundancia. Cuando esa humanidad primitiva devino agricultora, el ciclo de las estaciones marcó el ritmo de las labores, de la espera, la siembra y la cosecha. Pero, siempre, el "año" ha sido el período a lo largo del cual la Tierra, por turnos, niega o entrega sus dones.

Ahí, los hombres escogieron su punto de referencia, un punto de inicio: el invierno, luego del cual comienza el tiempo en el que progresivamente la Tierra, por arte de magia o a causa del esfuerzo humano, entregará sus dones, será, para tantísimas sociedades, la primera de las estaciones.

Para tantísimas sociedades, será justo y necesario, entonces, celebrar el día del solsticio de invierno como el día maravilloso en que termina la decadencia del Sol y comienza su resurgir, el retorno de su luz benéfica, que engendrará en la Tierra receptiva, la nueva vida.

Con la cristianización de Europa, las celebraciones del solsticio de invierno serán subsumidas en la celebración del nacimiento de Jesús el de Nazaret. La metafórica no cambia en lo sustancial: los píos cristianos ya no hablan del Sol y de la Tierra o de otros dioses que sean sus metáforas, pero seguirán celebrando, alrededor del solsticio de invierno, un nacimiento.

Cuando el papa Gregorio da al mundo su exitoso calendario, lo organiza en función del ritmo de las estaciones y coloca su inicio por ahí cerquita del solsticio invernal de su hemisferio. Los europeos cristianizados se acostumbrarán, entonces, a expresar los deseos de feliz natividad y próspero año nuevo más o menos para la misma época en que los brutos e impíos paganos festejaban el renacimiento solar y el retorno de la prosperidad.

A nosotros, las celebraciones del año nuevo nos llegan a través de la conquista, que abolirá las fiestas invernales de los pueblos originarios y nos impondrán esta absurda costumbre de, a contramano de los ritmos de la vida y la naturaleza, celebrar el renacer y desear la properidad en el justo momento en que el ciclo de las estaciones se encamina hacia la decadencia.

No está mal. No quiero apelar a la retórica de la alienación o sus aledañas. El año gregoriano impone sus ritmos administrativos y me encanta brindar con amigos y selectos parientes en honor del final de ese ciclo y del comienzo del nuevo.

Para festejar cualquier excusa es buena y ninguna sobra.

Por eso mismo, permítanme reparar en que hoy, 22 de junio, es el primer día de nuestro austral año solar, detener mi atención en el hecho maravilloso de que, a partir de hoy, los días serán más largos y que, en breve, la explosión de los jazmines hará de cualquier caminata por mi calle una experiencia narcótica. Y disculpenme la cursilería de desearles que esa tenacidad inopinada de los astros los encuentre en felicidad y les traiga los dones de la Tierra.

Feliz año nuevo, eso.

19 junio, 2008

Instrucciones para utilizar este botón

"Allá al fondo está la muerte,
pero no tenga miedo…"

Cortázar, Julio, claro,
maestro de todos los redactores
de instrucciones, en sus
Instrucciones para dar cuerda a un reloj
  1. ¿Cómo que cuál botón?
  2. Una vez que haya terminado con lo que vino a hacer aquí, si se encuentra en la necesidad de presionar el botón (¿pregunta otra vez? ¡éste!), por favor tenga en cuenta las consideraciones que siguen.
  3. En condiciones normales, cuando el contenido del depósito ha sido liberado, el botón que acciona el dispositivo debería volver a su posición inicial al mismo tiempo que el mecanismo oculto tras la pared, sencilla pero ingeniosamente, cierra el paso de agua. Esto asegura que el tanque vuelva a llenarse, quedando preparado para una nueva higiénica descarga.
  4. Sin embargo, a pesar de las intervenciones de personal idóneo realizadas con el fin de subsanar el problema, el mecanismo insiste en trabarse.
  5. Puede ocurrir, entonces, que el dichoso mecanismo nunca vuelva a la posición de "cerrado" y el paso de agua no se detenga. Consecuentemente, la cisterna no alcanza a rellenarse nunca y se produce un daño irreparable en el medioambiente.
  6. No obstante, la falla es evitable y usted puede contribuir a que no ocurra.
  7. Una vez que haya apretado el botón (no insista: nos referimos a éste), sírvase, si es tan amable, acompañar o incluso dirigir el movimiento de retroceso, para que no quede trabado.
  8. La próxima persona en utilizar el inodoro se lo agradecerá. Además, habrá usted contribuido a mantener el nivel de los océanos en la media aceptable.
  9. Esperamos que su estancia aquí haya sido reconfortante.
  10. Gracias y vuelva pronto.

05 junio, 2008

Tánatos

El empuje dura lo que dura la mañana. Yo no sé si es la modorra que da el almuerzo cuando en el estómago comienza el alambique, yo no sé si es cuetión de biorritmo o de qué cosas, pero pasado el mediodía la energía se va adelgazando, la capacidad de atención diluyendo y, así, va llegando la hora de no querer nada, de no aguantar nada, la hora gris en que la luz es indiferenciada y las cosas no tienen volumen, ese instante antes de que sea de noche. Después, es de noche. Y entonces ahí si: te querés morir.

30 mayo, 2008

À la recherche du temps perdu

Todavía no leí a Proust, pero sé que lo voy a leer porque me fascina ese título (la equívoca "s" que no significa nada en francés pero que en mi cabeza hispanoparlante es un plural).

Y sé también que hoy es viernes, y que, debido a nuestra arbitraria manera de marcar el tiempo, al salir del trabajo pensé: "Listo, una semana menos".

¿Se dan cuenta?: una semana menos.

16 mayo, 2008

Si veinticinco por cuatro es igual a cien...

"Floating down
through the clouds
memories come rushing
up to meet me now..."

Roger Waters, The gunners dream

Y sí, hijo, creo que tenés razón, yo pienso igual: el tiempo no existe. Creo que lo sé desde siempre, es decir, desde la época en que tenía más o menos tu edad, que es como decir ahora, hace un rato nomás, o mañana, no sé, depende. Depende de cuándo vuelva el sueño. Es así: el viento se pone como más denso y ahí pasa que me puedo colgar del viento. Cuando era chico, yo estaba parado frente a una pared blanca y el viento se arremolinaba y me empujaba hacia arriba. Siempre a mi lado había una planta espinuda con la que me había pinchado una vez, en la casa de tus abuelos. Al principio, no podía alcanzar el borde de la pared. Fue con el tiempo que aprendí a colgarme del viento. Ahora puedo pasear sobre la ciudad, de un techo a una terraza, a una cornisa, un balcón, un campanario. A veces el viento se pone violento, se enoja, se encabrita, y me da un poco de miedo. Pero igual puedo navegar como dando bandazos. Mi sueño tiene una concesión a lo que puede pasar en la realidad: siempre que lo sueño es de noche. Quiero decir que en el sueño es de noche. Y está nublado. Y siempre está la mujer conmigo. Me espera en las cornisas o se cuelga del viento conmigo. Nunca hablamos, o sí hablamos y no hay palabras, o hay palabras y no hay significados, esas cosas de los sueños. En mi sueño me doy cuenta de que me pasa lo del sueño. Esto no significa que me doy cuenta de que sueño, sino de que puedo colgarme del viento. "Otra vez me pasa", pienso en el sueño, advirtiendo lo extraordinario. Y cuando me despierto, pienso "otra vez pasó" y lo recuerdo (y no sé si me acuerdo de un sueño de la víspera o de un sueño que tuve de chico, cuando tenía más o menos tu edad y no podía ver más allá del borde de una pared blanca y había una planta espinuda con la que una vez me pinché). Por eso te digo: tenés razón, hijo, el tiempo no existe. Y ahora vos ahí tenés un misterio y no encontrás la respuesta. La clave es que 25 por 4 es igual a cien. Aunque no tiene por qué ser este, es un misterio que perfectamente puede ocupar toda la vida. Tomate tu tiempo.

06 mayo, 2008

Pongámoslo así...

"...amor, deja tus labios entreabiertos
porque ese último beso..."

Pablo Neruda


...la escena yo la vi en una película, en más de una, tal vez: usted llega a su casa antes de la hora habitual. Cuando entra, escucha las risas de su mujer y sonríe, feliz de llegar a casa. La sonrisa le dura en el rostro lo que tarda en darse cuenta de que la risa viene del dormitorio. Anticipando las cosas, usted se acerca sin hacer ruido y se asoma a la puerta entreabierta. Ahí está: su mujer cabalgando feliz sobre una pija que no es la suya (ni suya de usted, ni suya de ella, está claro). Usted sabe que esas cosas pasan, que así es la vida, que la mujer y el deseo, pero, sin hacer ruido, con esa sensación que convencionalmente se describe como un "nublarse la vista", busca un revólver que tiene por ahí, en un cajón del escritorio, en un armario. Vuelve sobre sus pasos e irrumpe en el cuarto, apuntándole a su mujer. "¡No! Esto es... literatura", dice ella, no sé por qué, pero dice eso. Usted en ese momento no está en posición de contraargumentar con esta frase de Borges, cuya mención corre por mi exclusiva cuenta:
"Si esta mañana y este encuentro son sueños, cada uno de los dos tiene que pensar que el soñador es él. Tal vez dejemos de soñar, tal vez no. Nuestra evidente obligación, mientras tanto, es aceptar el sueño, como hemos aceptado el universo y haber sido engendrados y mirar con los ojos y respirar."
No, no: lo suyo es más expeditivo. Como en cuestiones de literatura usted es mas bien incapaz de resoluciones sofisticadas, le pega un tiro a su mujer. Le apunta a la boca (borrar los besos, las palabras de amor, las felaciones) y le dá. No sé si en la boca, pero su mujer cae sobre su amante (suyo de ella, se entiende) con la cara hecha mierda. El tipo (el amante de ella), en ese momento, no sabe si siente miedo, asco o furia.

Usted no tiene la lucidez de pensar que le conviene matar al amante primero y, en lugar de eso, intenta suicidarse. No propondré explicaciones para el hecho de que el amante pegue un salto y se arroje sobre usted, arrebatándole el revólver (encima, le deberá usted la vida).

Si usted fuera un poco versado en eso de la literatura, dedicará su tiempo en prisión a establecer si prefiere eso o la nada.

02 mayo, 2008

Humor inglés

'Sex pest' seal attacks penguin, informó en su página principal el sitio de la prestigiosa cadena británica BBC. Tras 45 minutos de faena, la foca abandonó a su víctima sin haber logrado consumar y se internó en el mar.

Nuevos reportes señalan que al menos tres orcas habrían muerto ahogadas por no despegar el culo del fondo marino para salir a la superficie.

24 abril, 2008

Una versión de los hechos

Esta es la historia de un hombre acusado de un crimen que no cometió.

Los tiros sonaron en el comedor. Patty Valentine bajó corriendo desde el piso de arriba y encontró al barman en un charco de sangre. "¡Los mataron!", aulló. Había tres cuerpos en el suelo y un tipo que huía. "Yo no fui", dijo, mientras levantaba las manos. "Yo quería robar la caja, nomás, te juro, entré cuando se iban", y se quedó en el molde. Se llamaba Alfred Bello. "Uno de nosotros tendría que llamar a la policía", dijo. Y Patty llamó. Era la noche ardiente de New Jersey cuando la policía llegó a la escena del crimen con sus luces rojas dando vueltas. Lejos de ahí, Rubin Carter y unos amigos yiraban en auto. Rubin Carter era número puesto para la corona de los pesos medianos. No tenía idea de qué mierda pasaba cuando un cana lo hizo parar contra el cordón, como otras veces antes y otras antes de esas, que es como son las cosas: si sos negro, mas vale que no te muestres por la calle a menos que andés buscando roña. Alfred Bello tenía un socio y el socio le daba una coartada: Arthur Dexter Bradley declaró que él y Bello estaban boludeando afuera del bar cuando vieron a dos negros con pinta de boxeadores salir corriendo y subir a un auto blanco con patente de otro estado. Patty Valentine confirmó. Un policía dijo: "Un momento, acá hay uno que no está muerto", y se lo llevaron al hospital. A pesar de que apenas podía ver, le pidieron que identificara a unos sospechosos. Eran las cuatro de la mañana cuando arrastraron a Rubin al hospital. Lo llevaron hasta donde estaba el moribundo, que lo miró entre las vendas y dijo: "¿para qué trajeron a este?".

Cuatro meses después, los ghettos arden. Rubin está en Sudamérica peleando por la gloria mientras Arthur Dexter Bradley todavía sigue con el asunto del robo. Los policías lo aprietan para que les dé un culpable. "¿Te acordás del asesinato del bar?", "¿te acordás del auto que viste?", "no seas gil, ¿no habrá sido el boxeador aquél que viste corriendo esa noche?". Y Arthur Dexter Bradley dice: "Es que no estoy seguro...". Los canas lo apuran: "no te olvidés que sos un hombre blanco... un tipo como vos se merece otra oportunidad. Estás hasta las manos por el laburito del hotel. Y estamos hablando con Bello, además, no querrás volver a la cárcel, ¿no?". "Le harías un favor a la sociedad: ese hijo de puta es corajudo y se está envalentonando. Queremos que la cague, le queremos encajar este triple homicidio. Vamos: no es un señorito, ése". Eso era verdad. Rubin podía voltear un tipo de una sola piña, pero no le gustaba que se hablara de eso. "Es mi trabajo", decía, "lo hago por guita". "En cuanto puedo me rajo a algún paraíso donde pescar unas truchas, disfrutar del aire y andar a caballo". Pero lo metieron en cana, donde convierten a los hombres en cucarachas. Jugó desde el vamos con cartas marcadas. El juicio fue una joda y nunca le dieron la más mínima oportunidad: el mismo juez hizo quedar a los testigos de Rubin como negros borrachos. Para la gente bien, era un vago medio revolucionario; para los suyos, un negro loquito. Aunque nunca se encontró el arma, nadie dudó ni por un momento de que él la había disparado. El fiscal lo acusó de asesinato en primer grado y el jurado compró. Adivinen quiénes testificaron: Bello y Bradley, que mintieron asquerosamente. La prensa repitió las mentiras. ¿Cómo puede ser que la vida de un hombre esté en manos de esta manga de hijos de puta? Mientras los garcas disfrutan de sus trajes y sus corbatas y sus martinis al amanecer, Rubin está sentado como un Buda en una celda de tres metros cuadrados. Es repugnante vivir en un país como este.

Esta es la historia de un hombre acusado de un crimen que no cometió. No estará cerrada hasta que no se limpie su nombre y se le devuelva el tiempo perdido. Iba a ser el campeón del mundo de los pesos medianos.

11 abril, 2008

Febo asoma

Acabo de ver en el diario una publicidad en la que se mencionaba al "Histórico Cabildo".

Ouch. Algo que está inscripto en un registro digamos, aunque no sea lo más apropiado, "de lo prosódico", algo que tiene que ver con el recuerdo de un ritmo, del modo cómo se distribuyen los acentos, se vio violentado por un sonido desagradable como un scratch involuntario o una rotura de cristales.

Repetí, exagerando los acentos: hisTÓricocaBILdo. Nones. Y ahí me di cuenta.

Señores publicistas: el cabildo es primero cabildo y después histórico, es "el cabildo histórico".

Al contrario, el que es primero histórico, es el convento.

02 abril, 2008

Loop, retroalimentación

"Pero ojo
porque capaz
en el fondo es lo mismo
y pasar de una a la otra o de la otra a la una
es
solapadamente
referir a todas las demás".

Kaminer, Backfeeds: la Placita

La Placita y las ganas de no ver a nadie. Referencia empírica: sé de un lugar llamado la placita, en una esquina de tres calles numeradas, en una ciudad de la plata, a sesenta metros de una plaza italia. Todo parece indicar que es ese mismo bar la placita. Me queda, además, re-bien descrito si repito que es un gran lugar para no ver a nadie. En ese lugar he no visto a alguna gente. Un lugar para no ver a nadie, la placita, un lugar mítico. Lugares míticos. Estuve estos días pensando en el realismo de Henry Miller, eso que él dice que es lo único que le importa, no la verdad, ni siquiera la realidad, sino lo que le gusta imaginarse, lo que fue verdadero para él. Relato en primera persona, declaradamente autobiográfico y, sin embargo, el parís de Miller no es menos fantástico que la tierra media de Tolkien. Ciudades que existen. Pensé en el dresde de Vonnegut. Pensé que cada polvo de Miller era tan descomunalmente fabuloso como cada viaje en el tiempo de Billy Pilgrim, que lo que es verdadero, si acaso hay algo, en el relato de Miller es lo mismo que es verdadero en los saltos en el tiempo de Vonnegut. Me tocó una vez entrevistar a unos ex-combatientes de malvinas. Noté algo en su relato, en el manejo del tiempo: mezclaban los verbos en presente y en pasado aún en la misma oración y me dio la fuerte impresión de que cada bombazo de que hablaban estaba sonando todavía. Hubo uno en especial que me habló del hijo que tuvo mucho después de la guerra y de cómo le contaba a su hijo, que ahora tenía la misma edad que él cuando estuvo en las islas, aquella experiencia. Era como si todo, guerra, hijo y relato, hubiera pasado al mismo tiempo. Fue mucho después que leí a Vonnegut y en ese momento no ví la relación, no se me ocurrió entonces pensar que ese recurso de hacer viajar a su personaje por el tiempo y de imaginar una narración donde todo pasa a la vez podía ser de una pasmosa literalidad. Se me ocurrió recién hace unos días, releyendo a Miller y pensando que si algo había verdadero en el relato de Miller no era el recuento de polvos y no era ningún parís, como no era falso que Billy Pilgrim viajara en el tiempo. Hoy (ayer, anteayer, más o menos hace un rato) leo a Puck mentar la placita (el yeite del casanova, una que vale por todas) y nada, que la placita no existe.

12 marzo, 2008

Una de chicas de armas llevar

Liu estaba sentada con la espalda contra la cabina, mirando para atrás. Al volante, yo miraba por el espejo al tipo parado al fondo de la caja de la chata, las manos atadas a la espalda, mudo de rabia. Liu lloraba y yo estaba muerta de miedo. En los ojos de Liu había más pena que odio. Le apuntaba al tipo con una pistola mientras yo le decía que no valía la pena, que no, algo le decía. No sé qué le decía. Nunca recuerdo el detalle de las conversaciones. Él solía decir (me lo había dicho antes, antes de estar ahí parado en la caja de una chata mientras una mujer le apuntaba con una pistola) que eso de no recordar las conversaciones era una de mis características menos femeninas. Creía que me quería, entonces. Pero ahora estaba parado ahí, forcejeando con los nudos que yo misma había ayudado a ceñir. Fue algo parecido al pánico: solté el embrague y dejé que la camioneta saliera como loca.

Todo fue tan simultáneo. Yo aceleraba, Liu disparaba, el tipo caía hacia atrás, al asfalto, no sé si por el tiro o la inercia. Liu se arrodilló y tiró, tiró, tiró. Vació el cargador, por suerte.

Me puteó en chino, en inglés y en castellano, apuntándome con la pistola vacía. Da igual: para qué recordar qué me dijo.

29 febrero, 2008

Despacio. También. Podés hallar la luna

Me hizo acordar Inx y viene a cuento. Vayan por allá y escuchen a Spinetta. La canción empieza con una sencilla introducción de guitarra, mientras cantante, bajo y batería tocan silencio. Cuando Spinetta exponga la parte cantabile, no se distraigan con las palabras. No nos importa ahora si las horas suben, bajan o si concluyen en algo. A lo sumo, usen las palabras como referencia. Escuchen: en el preciso momento en que el cantante dice "porque es entonces cuando las horas...", ahí, la guitarra hace un ínfimo silencio, quizás ni siquiera un silencio, tal vez sólo una interrupción del legato, una apnea, una nota picada que da paso al macizo unísono en que se apoya la frase "bajan, y el día es vidrio sin sol".

Cerati escuchó ese mismo ínfimo silencio y decidió, me gusta imaginar, que sería el centro de su versión. Dividió la canción en dos partes, bien contrastadas. La primera, despojada, casi vacía, es una cita todo lo textual posible donde cantante y guitarra comienzan la estrofa mientras el resto del ensamble toca silencio. Pero luego de dar fe de la misma minúscula apnea que imaginó Spinetta, el estribillo se atraviesa como una pared de sonido, pleno, cargado de guitarras que tocan larguísimas notas ligadas. Ese clima se sostiene incluso en la estrofa siguiente hasta que Cerati canta "cuando en tus ojos no importa si las horas..." y afirma "a Spinetta yo lo escucho así": un abrupto tijeretazo corta esa superficie pletórica, ese sonido denso y rico, para hacer surgir, fuerte y claro, diáfano, imponente y fugaz, un minúsculo silencio.


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25 febrero, 2008

Sin embargo...

....el silencio no es insignificante, un vacío, una pura negatividad, la ausencia del ser. No sé si ustedes lo saben, pero, en la notación musical, el silencio se escribe y, como todo signo, adquiere valor en su relación con los demás signos. Es decir: el silencio no es la falta de alguna cosa sino la ejecución deliberada y precisa de otra más; en la jerga musical, cuando un instrumento calla, toca silencio.

El silencio es palpable.

No puedo evitarlo: desconfío de los que reaccionan ruidosamente ante una invitación a bajar la voz. Y no logro pensar que alguien sea cabalmente dueño de sus palabras si no es, a la vez y en el mismo acto, amo de sus silencios.

22 febrero, 2008

De las muchas maneras de llamar a silencio

La crónica señala que el ámbito era el aula de una facultad de periodismo. La crónica dice que un titular de cátedra se había tomado muy a pecho su papel y había dado una clase magistral, magistral por su género más que por sus méritos. El tipo habló una hora y media mientras el alumnado bostezaba y buscaba forma de acomodarse en los bancos.

Al terminar su sesuda alocución, juzgó llegado el momento de acabar con la comunicación de una sola vía, se cruzó de brazos, ahí donde estaba, de pie frente a su auditorio y dijo: "Ahora, debatan".

Los recursos para mandar a callar son muchos y variados y no siempre son los que un convencionalismo reflejo nos acostumbra a identificar.

El silencio de la sala fue formidable.

19 febrero, 2008

14 febrero, 2008

Such terrible funny thing

I jumped out the window to get to the parking lot: una escena (una escena repetida, mil veces vista). ¿Toda escena tiene un sentido único, una única explicación posible? Con la prepotente apariencia de los hechos, ¿acaso se libra de la semiosis? Such a lovely day to go flying; the sky's so clear, the sun is shining: afirmar que hay algo cómico en la escena. Ver que es terrible porque es cómica.



Sobre esta canción y sobre el disco Collide0scope, en Allmusic.

05 febrero, 2008

Donde el narrador ofrece una versión de cómo ocupó su tiempo en el verano y reflexiona irresponsablemente a partir del cine para párvulos

En este verano nos sacudimos con mi niño con toda la saga de Star Wars. Hace un par de meses, en un ciber, se copó jugando un juego que se llama "Star Wars Battlefield" y lo ví tan entusismado que me dije que era una buena oportunidad de ver si se enganchaba en seguir un relato más largo y relativamente más complejo que lo que hasta ahora venía acostumbrado.

Así que dedicamos enero, en esas horas en que no podíamos hacer otra cosa más que boquear frente al TV esperando que el cabeceo del ventilador nos diera a cada uno su turno de apenas alivio, a ver la historia de Anakin Skywalker.

Le encantó. Le hice ver la saga en orden narrativo, temía que el envejecimiento visual de la primera trilogía le desilusionara, le cortara el intertexto con el juego, basado en las nuevas pelis, y le impidiera entrar en la historia, así que empezamos por el "Episodio I".

La verdad es que la historia de la caída de Anakin está bastante bien contada y logró dejar en mi retoño un cierto regusto de angustia ("papá, ¿se vuelve a hacer bueno, Anakin?").

Vistas en secuencia, el que ahora viene a ser el Episodio IV, la primera de la serie de cuando nosotros éramos chicos, resulta paupérrima tecnológicamente. Es notoria la ausencia de los encuadres grandilocuentes, más notoria porque los nuevos episodios son más épicos, con panorámicas de ejércitos desplegados. En el Episodio IV todos los planos son cerrados, cortos, casi no hay panorámicas (y sólo si podemos llamar panorámica a las vistas de planetas solitarios en un cielo negro y vacío) y toda la escala es más humana (hasta hay un dialogo en un momento, que obviamente no recordaba y que pasó a destacarse en el nuevo contexto, entre un par de soldados imperiales, esos blancos todos iguales, anónimos, impersonales, que se tratan de "tu" y comentan un nuevo aparato que uno de ellos estuvo probando).

Mientras yo me fijaba en cómo iba cambiando la manera de contar la historia, cómo se iba volviendo más épica, cómo iba mejorando la tecnología empleada, mi niño disfrutaba todo ese viejo relato, lo seguía con atención e ignoraba completamente los aspectos formales y técnicos en que mi mujer y yo nos estábamos fijando para concentrarse, como correspondía, en las peripecias del Halcón Milenario, en las enseñanzas de Yoda, en la habilidad con la espada de Luke, para dejarse llevar, en fin, por una historia eficiente.

Yo esperaba a ver qué cara ponía cuando llegara la famosa revelación de "no, Luke, yo soy tu padre", porque ese diálogo es una parte importante en una película que él vió de chico y que le encantó: Toy Story. En esa peli, hay una cita de esa escena en el momento en que Buzz Lightyear pelea con su archienemigo el malvado emperador Zorg y lo acusa: "¡tu mataste a mi padre!", "no, Buzz, yo soy tu padre". Yo me preguntaba: "¿verá la cita?", "¿reconocerá la escena?".

Y sí, la reconoció, claro: se cagó de risa. "Jajaja, como Buzz", nos dijo, y yo me dí cuenta de que esa escena de aspiración dramática, el corazón de la lectura trágica de la vida de Luke Skywalker, era para él una escena cómica, una cita invertida cuyo original era la parodia de Pixar. Quizás sea mejor así.

Ahora anda por la casa usando como sables de luz los palos de las escobas y unos abandonados caños de agua (de esos colorados, de PVC), asegurando que él va a pasar al lado oscuro de la fuerza.



28 enero, 2008

Polenta con pajarito

Este verano, he notado que la cantidad y tamaño de las palomas que rondan por mi barrio es mayor que los años anteriores. Vecinos de otros barrios me han hecho la misma observación (aunque no se puede descartar que yo los haya inducido). Me resulta curioso que ningún interesado se haya apropiado del indicador: es como si la presión depredatoria sobre las palomas hubiera descendido.

22 enero, 2008

Una rosa plateada de olor recio

"Nadie va a hablar de huesos refiriéndose a un pescado
porque es más parecido a las plantas,
decía mi prima,
como una rosa plateada con olor recio.
Espinas raras las del pescado, pienso yo,
que defienden el cadáver en su plato buscando la garganta”.

Kako, La vida breve de los peces, Valijas de forma rara


¿Alguna vez te hablé de la espina? Una espina clavada en la garganta. Y no te hablo en sentido figurado, no: yo tenía tres años y me atraganté con una espina de pescado. No guardo de eso nada parecido a un recuerdo, no hay imágenes, no hay nada. Durante mucho tiempo, en cambio, hubo algo más brutal, físico, una arcada, el asco, una violenta, involuntaria e incontrolable oclusión de la garganta, instantánea, un espasmo. Una rosa plateada de olor recio atravesada en la garganta, intragable. Eso es lo único que guardé, por años, del accidente. Todo lo demás lo sé porque me lo contó mi vieja. Era el mediodía, mi viejo no almorzaba en la casa, estábamos solos. Dice mi vieja que vió cómo sorpresivamente empecé a ahogarme, que me puse azul y no podía respirar. Cuenta que me alzó y me colgó de los pies, me golpeó la espalda. Yo no me acuerdo de nada. Debe haberme pegado con fuerza, con desesperación. Y no me acuerdo. ¿Te das cuenta? Me pasó a mí: estar colgado cabeza abajo, mientras mi vieja me cagaba a tortazos... y no me acuerdo. Tenía tres años. No hay nada de eso que llamamos recuerdo y sin embargo el cuerpo... Pienso en la muletilla aquella de Saer: "sin nada parecido a palabras". Así, sin nada parecido a palabras, mi cuerpo mantuvo el conocimiento del ahogo por años. Una rosa plateada de olor recio. No hace mucho, logré al fin comer pescado. Me costó un trabajo de reeducación deliberado: primero bocados pequeños, un esfuerzo por controlar la arcada, con paciencia. Lo logré. Mastico despacio y mucho, trago con prevención y suspicacia, pero puedo descubrir en la mesa que he sido invitado a comer corvina asada sin hacer papelones. Ahora lo pongo en palabras: estaba solo con mi madre, tenía tres años, y una espina saltó la vigilancia maternal y soprendió al inexperto infante. Espero que, una vez dicho, lo que sea que habita las palabras pierda su eficacia de encantamiento y pueda, por fin, desobstruir mi garganta.

02 enero, 2008

Postcard

Año nuevo - Vivo todavía, pienso todavía: sum, ergo cogito y cogito, ergo sum. Hoy permito a todo el mundo expresar su deseo y su pensamiento más caro, y yo también voy a decir lo que yo mismo anhelo y cuál es el pensamiento primero que me ha llegado al corazón este año, cuál es el pensamiento que en adelante será para mí la razón, la garantía de la vida. Quiero aprender cada día a considerar como belleza lo que tienen de necesario las cosas; así seré de los que embellecen las cosas. Amor fati: sea este en adelante mi amor. No quiero hacer la guerra a la fealdad. No quiero acusar, ni siquiera a los acusadores. Sea mi única negación apartar la mirada. Y sobre todo, para ver lo grande, quiero en cualquiera circunstancia no ser por esta vez más que afirmador.

Aforismo 276, Libro Cuarto, La Gaya Ciencia,
Friedrich Nietzsche, asigún lo ha entendido Pedro González Blanco.

(No sería yo el primero en afirmar que Nietzsche da pa' todo)